Sí, sí. Tarde, mal y a rastras, pero las obligaciones laborales me han retrasado esta semana o, más bien, me han freído las neuronas, que parece empiezan a recuperarse. En fin, que con las tonterías, ya estamos en febrero, ese mes tan fascinante, lleno de corazones, pétalos de flores y música de violines o lo que viene a ser lo mismo, la mayor chorrada del universo, léase San Valentín. Llamádme descreída, si queréis o poco romántica, si lo preferís, pero os equivocaréis. Pese a lo que pueda parecer soy bastante romántica (por favor, no confundir con ñoña, que no es lo mismo) pero el resto del año. Siempre he sido antisanvalentín.
¿Y porqué? No tanto por el hecho de que sea una fecha que incita al
consumismo, que de eso tenemos un montón (navidades, el día de la madre,
del padre...) sino porque parece que es obligatorio tener pareja o
porque si no regalas algo u organizas algo especial con tu pareja ese
día pues parece que lo quieres menos. Y yo me pregunto, ¿qué pasa? ¿qué
hay que tener pareja sí o sí? o ¿es que eres peor persona si le regalas a
tu pareja algo el 15 de febrero en vez del 14? Y es más, ¿y si te han
dejado poco antes de esta fecha? Malditas las ganas de ver tarjetitas con mensajes absurdos y churretosos. En fin, que he decidido sumarme a
los movimientos antisanvalentín que hay por facebook y twitter y de sumarme a #desmontandoacupido o #adióscupido
y que le den por donde yo me sé al mes del amor. Y que conste que me
parece perfecto que haya a quien le guste estas fechas, que para gustos
colores. Y si a vosotr@s os ha gustado este artículo, no olvidéis compartirlo en vuestras redes sociales. Feliz semana!