Y por fin, llegamos al fin de semana. Ahora, podremos descansar y aprovechar para leer, escuchar música o ver películas... Y sobre este último tema, el cine, vamos a hablar hoy. Pero no seré yo quien lo haga, sino una firma invitada que si bien, es la primera vez que participa en Lastrend, espero no sea la última. Y se trata nada más y nada menos que de un caballero. Sí, habéis leído bien. Será un hombre quién nos aporte su opinión sobre temas femeninos, porque en este blog tod@s tenemos cabida. Y ¿de quién se trata? Pues de don Darío Vilas.
Quienes sigáis el blog desde el principio ya lo conoceréis porque os he acercado un poco a su trabajo. Para quienes no, os lo presento. Darío Vilas es un escritor vigués, máximo referente de lo que se ha dado en llamar horror hispano y autor de los libros Imperfecta Simetría (en colaboración con Rafa Rubio), Instinto de Superviviente, Piezas desequilibradas, Lantana, El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas viejas y Absurdario. Además, ha participado en numerosas antologías, ha escrito reseñas literarias y cinematográficas y ha puesto en marcha numerosos proyectos. Por todo esto, el hecho de que se haya prestado a colaborar en Lastrend es todo un honor, no sólo porque me fascina su forma de escribir, sino también por la admiración que me despiertan su dedicación, su constancia y su valentía, entre otras cosas... Pero sin entretenernos más, aquí os dejo con el artículo de Darío que, seguro, sorprenderá a más de un@.
Estamos
en verano, es tiempo de entregarse en cuerpo y alma al ocio, incluso
cuando hay que seguir trabajando. Arañemos minutos al reloj para
terraceo, playa, montaña o lo que gustéis. Es la época de darse a
eso que muchos llaman con poco acierto “placeres culpables”. Hacedme caso, jamás os sintáis
culpables por hacer algo que os produzca placer (siempre que sean
hábitos saludables a nivel moral, oigan). Y dentro de esa
catalogación, yo tengo un vicio que nunca he ocultado, pero que
tampoco es de los que se van aireando en cualquier conversación de
buenas a primeras: el cine de petardas.
Estoy
seguro de que ahora mismo, casi sin daros cuenta, a muchas de
vosotras os habrán venido títulos, imágeneso rostros a la cabeza. Claro, es que el cine de petardas, aunque no
esté reconocido de forma oficial como género, está muy arraigado
en la cultura occidental, sobre todo en los USA, que suelen ser
bastante menos acomplejados que nosotros cuando se trata de
abordar el entretenimiento en estado puro. Que sí, que es complejo,
esto lo ha venido a refrendar el éxito entre el público general de
algunas comedias ligeras españolas que, pese a su falta total de
originalidad (y casi de ingenio), han reventado la taquilla. Supongo
que no hace falta que señale ninguna concreta, pero la más reciente
tiene apellidos vascos.
Pero
no nos equivoquemos, no toda la comedia ligera es cine de petardas, y
no todo el cine de petardas es comedia ligera.
Aunque casi. Para diferenciarlo basta con echar un vistazo a la
premisa de la cinta en cuestión, porque hay dos patrones que las
delatan y que se suelen respetar casi al milímetro, con variantes. A
saber:
Patrón
1:
Tenemos
chica nueva en el instituto (o en la universidad, el coro, el equipo
de animadoras...). La chiquilluela (que suele estar interpretada por
una actriz no tan jovencita, ¿verdad Drew Barrymore?) llega cohibida a su nuevo
entorno, y aunque es evidente que es una chica guapa, lo mal disimula
con su pelo recogido en una coleta, sus gafas enormes de pasta y la
ropa grunge que heredó de su malote hermano mayor (ojo, que
el hermano mayor es un elemento imprescindible, será su consejero en
los momentos delicados y tratará de ligarse a la amiga de turno). De
entrada nuestra protagonista no cae bien a nadie en su nuevo
ambiente. Las populares del insti, lideradas por la rubia guapérrima
de moda con cara de zorrón, le dan de lado de inmediato. Así que
siempre, impepinablemente, acabará trabando amistad con la/el
alumna/o marginal, que será la única persona que le ofrezca un
sitio libre a su lado en el comedor, justo después de que la zorra
líder le ponga la zancadilla y le tire todo el almuerzo de la
bandeja (los yankis almuerzan, sí). Pero al poco se mascará la
tragedia, ya que nuestra heroína recién llegada acabará acercando
posturas, de pura casualidad, con las guays. Poco a poco, tras algún
alarde en el que ridiculiza ante todo el instituto a la zorrupia
jefa, irá transformándose en un bellezón y en la más popular,
desbancando a la otra y dejando de lado progresivamente a la chica o
chico marginal. El divorcio entre ellos se firmará cuando la
protagonista le haga algún desaire a su coleguilla raruna para
ganarse de forma definitiva el respeto de su nueva chupipandi. Pero no os preocupéis, que al
final habrá redención por su parte, su amiga/o friki le demostrará
que a la hora de la verdad sólo podía contar con ella, que sus
nuevas colegas sólo pretendían mamar de la teta de su recién
adquirida popularidad. Y terminamos con la chica devolviendo su cetro
de la popularidad a la zorra suprema, recuperando su amistad
verdadera y con vestuario e imagen renovados, que ya no cambiará por
el atuendo casual con el que llegó. Si el amigo marginal era
chico, después de unos tonteos con el capitán del equipo de rugby,
acabarán morreándose justo antes del fundido en negro.
Ejemplos:
Chicas malas, A por todas o, más
recientemente, Dando la nota (con batalla de coros incluida, esta es la pera).
Patrón
2:
Aquí
encajaría la antítesis de la primera premisa. Si en la anterior
teníamos a una recién llegada, en la segunda clase de películas de
petardas el protagonismo recae en la chica popular. Sería la variante que denomino “reina
destronada”. Hablamos de la capitana del equipo de animadoras, la
chica más guapa, la que mejor viste, la hija del predicador, la que
fue modelo infantil... Podéis poner cualquier otro ejemplo, seguro
que os hacéis una idea. Ella es la más molona del lugar, siempre
escoltada por un grupúsculo de chicas casi igual de monas, pero un
buen día descubre que se le está pasando el arroz, justo cuando
llega esa chica nueva que ya conocimos en el primer caso. A partir de
ese momento, nuestra amiga tendrá que iniciar un viaje revelador en
el que descubre que se puede vivir sin ser la más guay entre las
guays. Sus amigas la repudian en favor de la nueva y no le queda otra
que arrimarse a los marginales, esos a los que, por su parte, había
dejado tirados previamente su némesis. Pero es un viaje con retorno,
ya sabéis, porque el resultado final debe ser el mismo que en el
Patrón 1: cada uno vuelve a ocupar su rol del principio, sólo que
con la lección vital aprendida, quedándose a medio camino de los
extremos que ocupaban; nadie es tan popular ni tan marginal como
cuando la historia empezó. Y todos amigos. Escarceo con el capitán
del equipo de rugby, sólo que en este caso el beneficiado será igualmente el chico marginal,
del que descubrirá su belleza interior, que todos sabemos que para
una adolescente cuenta mucho más que el torso cruasán curtido a
base de gimnasio. Morreo y fundido en negro.
Ejemplos:
Una rubia muy legal, Una conejita en el campus,
Fuera de onda o Zoolander (sí, también
hay cine de petardas protagonizado por tíos, ¿o qué os pensabais?
Y es una obra maestra incontestable).
Resumiendo,
porque creo que ya he abusado de este espacio que me brindan en
Lastrend, un escritor como yo, absurdo y un tanto desequilibrado,
ocupa parte de su tiempo de ocio veraniego en este tipo de películas.
Y sin sentirse culpable en absoluto. ¿O es que un tío tiene que dar
explicaciones cuando disfruta de las aventuras de Reese Witherspoon,
Lindsay Lohan (antes de convertirse en Belén Esteban), Alicia Silverstone, o Kirsten Dunst ataviada con su minúsculo uniforme de
animadora? Pues eso.
Otro
día, si todavía no se arrepintió la responsable de este blog de
darme voz, comentamos alguna película concreta.
¿Y
vosotras, tenéis peli de petardas favorita?
Más
artículos absurdos, microrrelatos y otros desvaríos en Gallinas Viejas.
2 comentarios:
Mirada "acero azul", eso tiene que responder a la pregunta. ;)
Es que Zoolander es la obra maestra del cine de petardas. Han pasado diez años y no se resiente ni un poco. Desde entonces, todos podemos leer la mente de las personas porque somos bulímicas.
Publicar un comentario